martes, 3 de febrero de 2009

RATONES


Él era su alumno, ella era su profesora. Jorge tenía una novia de su misma edad: 22 años. Nora era casada, algo más de cuarenta, dos hijos. El cercano contacto del curso particular había puesto en marcha los respectivos ratones, pero cada cual mantenía la prudente distancia, cuidando el vínculo profesora-alumno.

Un día, ¿azarosamente?, ambos debían ir para el mismo lado y Nora le ofreció a Jorge acercarlo en el auto. El habitáculo del coche, más íntimo y reducido, ofrecía un ambiente propicio al ratoneo. Nora se colocó el cinturón de seguridad, que dibujó con suavidad la forma de sus pechos. Mirando de reojo, Jorge se imaginó acariciándolos.

Para evitar problemas, ella le pidió que también se lo colocara. Viéndolo inexperto Nora lo ayudó, y recién en ese momento, reparó que el perfume de Jorge le resultaba muy incitante. La magia de ese olor hizo que imaginara fugazmente cómo sería recorrer ese cuerpo tan cercano si estuviera semidesnudo.

Ya en viaje, luego de los consabidos lugares comunes acerca del estado meteorológico (qué verano raro ¿no?), él comentó ¿ingenuamente? que después de muchos años había alquilado nuevamente Doña Flor y sus dos maridos. Sin saber cómo, y sin proponérselo ninguno de los dos, surgió el tema de la fidelidad.

Nora preguntó, con aparente interés académico y con inusual confianza:

_ ¿Vos le sos fiel a tu novia? Ella misma se sorprendió de esa pregunta, pero ya era tarde. (Pensó para sí que le hubiera gustado que Jorge contestara: por vos dejaría de serlo, mamita).

Jorge contestó que sí con fingida naturalidad.

_ ¿Y vos le sos fiel a tu marido?, repreguntó a su vez, (esperando que dijera que no, que para nada, ¿cuándo querés que nos acostemos, nene?).

_ Yo también, dijo ella, prestando atención al tránsito y poniendo cara de “esto es obvio”.

_ Es raro, pero no sé si debo enorgullecerme o avergonzarme, dijo él con franqueza.

_ No sé, realmente no sé, contestó Nora retribuyendo la sinceridad, (sintiéndose extrañamente confundida, intuyendo que un discurso moralista quedaría fuera de lugar, pero que tampoco era para sentirse avergonzado).

Sin darse cuenta, llegaron al lugar donde debían separarse. Nora encendió las balizas, estacionó el auto, y sin saber por qué se quitó el cinturón de seguridad, ayudándolo a él a destrabarlo.

A ella le hubiera gustado como despedida que él se acercara, pasara su brazo por sobre sus hombros, la otra mano acariciando su muslo derecho bien bronceado y le diera un beso, un beso romántico, dulce, de novela, como hacía mucho no recibía. Un beso conmovedor y emocionante.

A él le hubiera gustado despedirse con ella girando decidida, tomando su cara bien afeitada entre sus manos y estampándole un beso sensual, erótico, profundo, experto, como hacía nunca que no recibía. Un beso que fuera una explícita invitación sexual.

Ambos esperaban que la iniciativa la tome el otro, incapaces de esos pequeños gestos que dicen más que miles de palabras.

La despedida, sin embargo, fue formal. Apenas un beso en la mejilla con escaso contacto.

_ Hasta el martes.
_ A las 19
_ Chau

Jorge caminando entre la gente, y Nora metida en el tránsito de Buenos Aires, cada cual por su lado, quedaron preguntándose: ¿adónde van los ratones cuando se mueren?


6 de marzo de 1993

LA AVENTURA DEL ORDEN



En un diario de circulación gratuita del barrio de Palermo, mezclado con avisos y a la vuelta de la sección Gastronomía, encontré un artículo de psicología sobre "La Orientación Vocacional-Ocupacional Hoy".

Esto motiva mi primera reflexión, y es que el conocimiento puede encontrarse a la vuelta de la esquina y en las cosas más cotidianas.... felizmente. Moraleja: replantearse los lugares del saber, rescatar la propia sabiduría, los aprendizajes de los que tengo al lado.

Este artículo que comento tiene algunas perlas tales como:

"Crecer es dejar de ser, para ser en movimiento perpetuo".

"El hombre que se busca en su vocación, y en todas las edades de su vida, se descubre, se de-vela".

Y, finalmente:

"La aventura: crea; el orden: cosecha y atesora".

Me parece que cotidianamente aventura y orden se encuentran escindidos, separados, dilematizados. Cuesta mucho juntar orden con aventura, aventura con orden.

Muchas veces los "aventurados-creativos" miran por encima del hombro a los "rígidos y esquemáticos" del orden, incapaces de disfrutar lo que hacen.

Muchas veces los "ordenados" miran con desdén a los que "viven inventando", sin poder cosechar lo que producen, sin poder sistematizar la experiencia.

Creo que la experiencia de la vida tiene mucho de aventura, de cosecha, de creatividad, de atesoramiento y de orden. Todo es necesario e importante.

Dice el artículo: "La vida es movimiento entre ambos polos". Por eso el título: es una propuesta para integrar lo disociado:

- la aventura del orden puede ser también un orden creativo

- creatividad no es exclusivamente desorden y el orden no excluye la creatividad

- la organización puede ser creativa y se puede crear organizadamente


15/7/92

EL BRETE


Andaba por esos andurriales con calles de barro, preguntándose con miedo para qué se había metido en semejante brete. Pensaba que si el auto se quedaba en medio del fango y de la noche, no sólo no lo ayudaría nadie, sino que además le iban a afanar hasta las pilchas.

Felizmente la lluvia había parado y a dos cuadras un débil farol iluminaba una calle que parecía asfaltada. Allí quizás podría ubicarse mejor y emprender el camino de regreso.
¡Qué ganas de estar en casa!, dijo en voz alta, como para darse ánimo, exorcizando el fantasma de una pinchadura o un desperfecto mecánico en esos suburbios.

Dobló a la izquierda por la calle asfaltada, divisando a lo lejos una persona que aparentemente esperaba el colectivo. Se acercó, bajando la ventanilla del lado de la vereda, y cuando estaba por preguntarle a la joven por la avenida más cercana, se desplomó al piso cuan larga era, con la cabeza hacia atrás y los ojos en blanco, con un grito seco que sonó en el silencio de la noche.

Durante un segundo mil ideas cruzaron por su cabeza. ¿Y si es una trampa y me afanan? ¿Y si está muerta? ¿Qué carajo hago? ¿Salgo rajando? ¿La ayudo? Miró alrededor en busca de cómplices de la chica o de ayuda. No había nadie más que él y ella. Se decidió a bajar del auto, acercándose rápidamente. Recordó mentalmente el curso que había hecho sobre resucitación y cuáles eran los pasos a seguir. Puso a la joven boca arriba. Tenía el pelo mojado y la ropa húmeda y sucia. Tomando una de sus muñecas se fijó si tenía pulso. Por suerte sus venas latían aceleradamente.

Aflojó una bufanda que la chica tenía alrededor del cuello y a duras penas consiguió desabrochar el botón del jean en el que estaba literalmente enfundada. ¿Cómo hará para ponérselo?, pensó para sus adentros. Notó que una de sus mejillas se había lastimado al caerse. En cuclillas, volvió a mirar en derredor buscando a alguien, o algún negocio. No pasaba un alma a esa hora de la noche. Y para colmo el celular no tenía crédito.

Mientras trataba de ordenarse mentalmente, buscando en su cerebro alguna alternativa posible, la chica empezó a estremecerse violentamente, con convulsiones que golpeaban contra el suelo su cabeza, sus brazos, sus piernas. No sabía cómo protegerla, cómo evitar que se lastimara más. Gritó con todas sus fuerzas pidiendo que lo ayuden, socorro, auxilio; mientras trataba vanamente de inmovilizarla. Fugazmente recordó que los epilépticos pueden ahogarse con su propia lengua o mordérsela, pero no conseguía abrirle la boca.

Montado sobre ella, se preguntó cuánto podría durar este ataque, se sentía cansado frente a esa fuerza sobrehumana que se le oponía. Vino a su mente una imagen de su niñez, cuando jugaban entre hermanos y primos a Titanes en el Ring, y ganaba el que mantuviera la espalda del adversario contra el piso hasta contar tres. Pero esta vez no era joda.

De pronto, escuchó el ulular de una sirena muy cerca. Aliviado, pensó que en la ambulancia podría haber un médico, aunque sea un enfermero que entienda algo. Y que se hagan cargo, y que yo pueda volver a la seguridad de mi auto, y me pueda ir a mi casa, calentito y seco, donde están los que me quieren, y yo les cuente que cumplí con mi buena acción del día.

Una luz roja intermitente iluminaba cíclicamente la esquina y se escuchaba un motor regulando. Gritó nuevamente pidiendo ayuda.

Escuchó entonces una voz aguardentosa que le decía:

¡ Yo te voy a ayudar, violador hijo de puta ! Mientras le apuntaba con una Itaka que sonó en la noche con un estampido fuerte, imprevisto, sorpresivo, que se fue alejando con un eco extraño y reverberante. Sintió como un empujón que lo volteó y un ardor quemante en la espalda. Quedó mirando al cielo, sintiendo en su cara que empezaba nuevamente a llover, suponiendo que la bala lo habría rozado, porque la espalda ya no le dolía. Pensaba cómo iba a hacer para aclarar este gran malentendido. Veía borrosas figuras uniformadas que dieron paso a una luz intensa. Su último pensamiento fue: qué boludez es la vida, tanto cuidarse y venir a morir de confusión.


4 de Noviembre de 1993

"ZAFAR"

Definición imaginaria:

“Verbo. Acción de evitación de una responsabilidad previamente asumida”.

USOS COTIDIANOS






Alumno primario/secundario/universitario: “Zafé, me copié todo, me salvé de tragar”.
Infractor: “Zafé, me aceptaron el ‘arreglo’, me salvé de la multa”.
Policía/Inspector: “Con las ‘contribuciones’ zafo, y llego a fin de mes”.
(Casi) todos: “Si me gano el Loto/Quini 6, etc.,etc., zafo”.
Empresario: “Aprovechando el desempleo, bajamos los sueldos y zafamos”.
Cooperador escolar: “¿No se puede hacer por izquierda, así zafamos?”.
Funcionario: “Desviamos parte de los fondos y zafamos”.
Comerciante: “Zafé unos días, le di un cheque sin fondos”.
Represor / Corrupto: “Gano una intendencia y zafo unos años más”

Estos son sólo unos pocos ejemplos, Ud., lector o lectora, podrá encontrar otros.

LA CULTURA DEL ZAFAR O EL ZAFAR EN LA CULTURA

La actitud se encuentra instalada en cada uno de nosotros; pero no siempre, ni en todo lugar. Hay una lucha interna entre el esfuerzo y la cultura del trabajo, por un lado; y el deseo inconsciente de zafar, de hacer la cómoda, de no cumplir con la responsabilidad asumida, de comportarnos especulativamente. Este sería el primer paso: reconocer que forma parte de nosotros. Si reconocemos el “zafe” solamente en los demás, el cambio de actitud será imposible.

EL ZAFAR ES UNA FARSA

Jugando con la palabra, invirtiendo las sílabas, descubrimos que zafar tiene algo de farsa, en el sentido de lo falso. Creo que lo falso pasa por la fantasía de la salvación individual, de considerar que alguien puede salvarse a costa de que los demás se hundan. Cuando alguien zafa, algo o alguien se perjudica, hay una ética que falla, hay deshonestidad, falta de una moral, de saber lo que está bien y lo que está mal. Se puede decir que estamos bastante confundidos.

LOS OPUESTOS DEL ZAFAR

¿Cuál sería el término contrario de zafar?. Aparecen palabras que también son de uso cotidiano: “hacéte cargo”, en el sentido de asumir una obligación pertinente. “Es tu hijo, hacéte cargo”. “Es tu función, hacéte cargo”. “Para eso te pagan, hacéte cargo”.

A modo de slogan: “NO ZAFE, HÁGASE CARGO”.

EL FUTURO ZAFANDO O HACIÉNDONOS CARGO

Con la cultura del zafar predominando nos espera un futuro incierto, individualista, donde impera la ley de la selva, de la especulación, del doble discurso. Si, por el contrario, prevalece la cultura del trabajo, del esfuerzo fecundo, solidario, honesto; tendremos un país más confortable, menos violento, menos injusto, donde las personas tengamos mejores vínculos y una mejor calidad de vida.